lunes, 16 de mayo de 2011

Nuestro espejo en Irán

El hombre es conducido por sus carceleros a través del pasillo. A unos pocos pasos más, el destino lo está esperando. Hay lágrimas en sus ojos, serán sus últimas lágrimas, que ahora son la única manifestación de un llanto mudo.
Llegan por fin a una sala. La puerta se abre, entre las 8 o 9 personas que hay en la habitación, alcanza a distinguir el rostro deforme de la mujer que él brutalmente había moldeado. Ella no lo puede ver, pero él baja la vista, porque no puede sostener su mirada de ciega. Ahora su atención está puesta en la camilla que se encuentra en el medio de la habitación. Mientras es llevado hacia ella implora que lo maten antes de...
Sus súplicas no son tenidas en cuenta. Su cuerpo ya yace sujetado en la camilla. Las ataduras le impiden realizar cualquier último movimiento de rebeldía. Inmóvil, queda un instante observando la luz del tubo fluorescente hasta que nota a su lado la presencia de un hombre con delantal, barbijo, y antiparra. Siente cuando la jeringa inyecta algo en su vena, luego paulatinamente comienza a desvanecerse sin dejar de observar la fuente de luz.
Los médicos comprueban que ya está inconsciente. Llaman a la mujer con el rostro deformado y a sus allegados para que se acerquen. Ella está acompañada por familiares y amigos, en el grupo también hay un médico de su confianza que será el que ejecutará la sentencia.
Ya todo está dispuesto. Mientras el profesional del Estado les mantiene al yaciente los párpados abiertos, el médico "de parte" vierte en cada ojo 20 gotas de ácido.

Ésto que narré es ficción pero bien pudo convertirse en realidad el sábado pasado. Es que la justicia iraní pospuso -sin precisar nueva fecha- la ejecución de Majad Movahedi.
La historia comenzó en noviembre del 2004 cuando la joven Ameneh Bahrami recibió un ataque con ácido en el rostro que le arrojara un pretendiente había rechazado (Majad Movahedi). La brutal acción de éste hombre le desfiguró completamente la cara y la sumió en la oscuridad de la ceguera. Los médicos iraníes, que en un primer momento la atendieron, se vieron obligados a vaciarle un ojo dada la gravedad de las heridas. Por consejo de los profesionales, Ameneh viajó a España (donde reside actualmente recibiendo una pensión del gobierno español) para ser sometida a sucesivas intervenciones (unas 17 hasta la fecha). Durante dos años pudo recobrar el 40% de la visión del único ojo que le quedaba, pero una infección con hongos la volvió a dejar ciega.
Desde que sufrió ese ataque que cambiaría su vida para siempre, Ameneh sólo se preocupó por su estado de salud, pero en el 2007 le solicitó al tribunal iraní el derecho al Qisas, o sea: "hacer algo igual a [otra cosa]": en este caso, hacer que el castigo sea igual (o adecuado) al crimen. Un derecho emparentado con la "Ley del Talión" aún vigente en la legislación iraní. El tribunal que accedió en un primer momento a su pedido, dictaminó que Ameneh sólo podía volcar ácido en uno de los ojos de Majad Movahedi, ya que según la ley islámica un ojo de un hombre vale por dos ojos de una mujer. No obstante, el fallo del tribunal, dejaba abierta la posibilidad que Ameneh dejara completamente ciego a su atacante si pagaba 20 mil euros. A pesar de no contar con esa cifra, la mujer en un primer momento confió en lograr reunir los euros que valían el otro ojo a través de una colecta de quienes estuvieran dispuestos a ayudarla.
No hizo falta la colecta, ya que luego, otro tribunal dictaminó que Majad Movahedi, aparte de perder un ojo, debía indemnizarla con 20 mil Euros. Esa cifra significaba el acceso a lo que la víctima pretendía.
La aberración y bestialidad del crimen se trasladan al castigo. No soy el único que piensa así. Amnistía Internacional se pronunció en contra de la decisión de ejecutar la pena por considerarla un "castigo cruel e inhumano equivalente a un acto de tortura". "Sin quitar importancia al horror del crimen cometido contra Ameneh Bahrami (...) las autoridades iraníes tienen la responsabilidad, en aplicación de las leyes internacionales, de asegurarse de que esta pena no se aplique". Por su parte, la asociación iraní Iran Human Rights, con sede en Noruega, pidió a las autoridades iraníes que renuncien a "un castigo bárbaro" y a los médicos, a "no violar su deontología" al aplicarlo.
Sin dudas también habrá quienes consideren justo el castigo impuesto, y pienso que puede ser que lo sea, pero no acepto que la justicia sea cruel y deshumanizada.
La pena de muerte se aplica tanto en países occidentales como en orientales. En esencia sería algo similar: El que asesinó, es luego asesinado legalmente. Y si bien soy contrario al homicidio legal, el caso en cuestión, me provoca mayor repulsión. No sé el motivo, pero veo más crueldad en que a Majad Movahedi le disuelvan los ojos en ácido, a que lo sentencien a muerte, aún sabiendo que luego de ser expuesto al ácido recobraría la libertad y podría decidir acabar con su propia vida, ya que el reo manifestó preferir la muerte a la ceguera.
Seguramente nos pensamos más evolucionados que la sociedad iraní, pero cuando una famosa conductora de televisión (Susana Gimenez) expresa que “El que mata tiene que morir" o “Basta de derechos humanos para los delincuentes" y un ex miembro de la Corte Suprema de la Nación (Adolfo Vázquez) asegura "...se habla de derechos humanos y al único que se protege es al delincuente" Ante el consentimiento tácito o manifiesto que reciben expresiones de ése tipo ¿Qué tan evolucionados estamos?
En éste caso, los dardos que habitualmente son lanzados contra los organismos de DDHH locales acusándolos de "defender los derechos humanos de los delincuentes" como una forma de tratar de dañar su prestigio, serían redireccionados hacia Amnistía Internacional y Iran Human Rights.

4 comentarios:

  1. Por essas cosas resulta realmente incríble ver a personas como Delia que uno consideraría que sin compañeras defender un regimen como el irani donde la religuion prima sobre el estado , iuna locura total . Algun da eliminaremos todas las religiones de mierdacen todo el mundo
    Un estdo que no sea laico no deberia existir en ningun lado


    Un abrazo

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  2. Muy buen relato, Abel.
    Difícil. Es comprensible el deseo de venganza de la víctima y, aún cuando pueda compadecerme de su dolor y sufrimiento, coincido con vos: el papel de la Justicia es, casualmente, evitar la Ley de Talión. De otra manera se trata de un retroceso y los tribunales no serían siquiera necesarios.

    Un abrazo.

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  3. Javier: Supongo que la defensa que hace D´Elía, es con respecto a su libertad que tiene como pueblo a determinar la forma de gobierno (entre ello, sus leyes) que debe ser libre de toda injerencia extranjera. Y sí, las religiones atrasan.

    Ricardo: Por supuesto que no se puede dejar la aplicación de las penas en manos de las víctimas de un determinado delito. Yo también comprendo el dolor que debe sentir esa mujer por lo que le sucedió, pero a la barbarie no se puede responder con más barbarie. No sé por qué me hizo recordar a la película "El secreto de tus ojos", cuando sobre el final, se ve a Pablo Rago que está ejecutando la pena que le hubiera correspondido ejecutar al Estado por el homicidio de su esposa.

    Saludos!

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  4. Y ase que es asi yo tambien defiendo la autodeterminacion de los pueblos y por eso espero ansioso el dia qe los iranies se liberen de los ayatolas y manden a la mierda al islam

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